La Ley General de Educación, publicada por el actual gobierno de México el 30 de septiembre de 2019, en su Artículo 63, establece que “(…) El Estado proporcionará a las personas con discapacidad, la posibilidad de aprender y desarrollar habilidades para la vida que favorezcan su inclusión laboral, a fin de propiciar su participación plena y en igualdad de condiciones en la educación y en la sociedad”.
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Bueno, esto fue “antes” de la pandemia, que vino a trastocar todo el mundo que conocíamos, y en donde ya nada será igual y todo a nuestro alrededor habrá cambiado para siempre.
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Y es que, cuando hemos regresado a la “normalidad”, la situación de las personas con capacidades diferentes, sigue presentando el mismo grado de marginación en que han estado desde siempre.
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Ser pobre, sin instrucción académica o con poca de la misma, además de tener capacidades diferentes, condena a este sector de la población a la marginalidad y la discriminación.
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A diferencia de muchos pueblos originarios en todo el mundo, la situación de estas personas les condena a un futuro incierto.
Cabe recordar que, en muchos pueblos antiguos, las personas “diferentes” eran hasta reverenciadas como testimonio vivo de que los dioses habían distinguido a dichas personas al hacerlas diferentes.
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Según datos de la UNESCO (“Organización de las Naciones Unidas, para la Educación, la Ciencia y la Cultura”, por sus siglas en inglés), hay en el mundo al menos 32 millones de niños con discapacidad que permanecen sin escolarizar. ¡Esto es la cuarta parte de la población de México!
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Dichos menores de edad, en su mayoría, no llegan a completar los estudios básicos de enseñanza, o peor, sin adquirir las competencias básicas de alfabetización, lo que convierte su situación en una verdadera tragedia.
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En septiembre de 2019, en Cali, Colombia, la UNESCO llevó a cabo el “Foro Internacional sobre inclusión y equidad en la educación”, celebrado a fin de “estimular el diálogo, intercambiar experiencias y revitalizar la idea de la integración como principio general para mejorar el acceso y la calidad de las oportunidades de aprendizaje, en el marco de la Agenda Educación 2030”.
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No debemos nunca olvidar que las personas con discapacidad son también seres humanos, que tienen los mismos derechos que cualquiera de quienes no tenemos ninguna limitación física o intelectual.
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Como docente universitario, en lo personal, he tenido la valiosa oportunidad de tener alumnos con capacidades diferentes, y doy fe de que pueden tener la misma entrega y responsabilidad (y a veces más) que muchos de sus compañeros.
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Recuerdo el caso de Junot Quiroz, un extraordinario alumno que, por su condición, medía poco más de un metro de estatura, y cuya mamá, Connie, ingresó a la universidad junto con su hijo, para estudiar entre ambos la c arrera de Ciencias de la Comunicación.
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Hoy, Junot, es CEO de Doc In Way México, que es un sistema para prevenir enfermedades por medio de Inteligencia Artificial, Algoritmos y la asesoría de Médicos Certificados. Junot es todo un ejemplo de constancia y superación ante las condiciones que le presentó la vida.
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Pero tengo un ejemplo más: Xicani Godínez, que cursó toda su universidad en silla de ruedas, y hoy es un exitoso conferencista motivacional.
Las personas con capacidades diferentes, no piden de nosotros compasión ni lástima. Sólo respeto.
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Ojalá que pronto, como sociedad, aprendamos a brindarles el respeto y el trato igualitario, al que tienen derecho, como cualquier otra persona.
Por: Alejandro Merino Fuentes, periodista y catedrático universitario.