La iniciativa de la Silla Violeta, que cumplió un año y respalda la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (Food and Agriculture Organization, FAO por sus siglas en inglés), llegó a México.
La iniciativa –apoyada por el Foro Internacional de Mujeres Indígenas (FIMI/IIWF) y la Agencia de Noticias de Mujeres Indígenas y Afrodescendientes (Notimia) – es parte de una campaña global para empoderar a las mujeres indígenas para alcanzar el “hambre cero”.
Representa el lugar en las mesas de negociaciones, espacios de diálogo y procesos de toma de decisión, y puede usarse en presídiums, mesas redondas, paneles de discusión y cualquier otro espacio donde deban estar las indígenas representadas y participando.
Los pueblos indígenas comprenden alrededor de unos 400 millones de personas en el mundo; y cerca de la mitad son mujeres, las que juegan un papel importante para acabar con el hambre.
En México habitan alrededor de 3.6 millones de mujeres indígenas en el medio rural, que se concentran principalmente en los estados de Oaxaca, Chiapas, Veracruz, Estado de México, Puebla, Yucatán, Guerrero, Hidalgo y Quintana Roo.
Ellas son consideradas depositarias ancestrales de la seguridad alimentaria, y representan un sector estratégico para el desarrollo del campo, tanto por sus contribuciones como por ser productoras, emprendedoras, jornaleras, artesanas y por el papel en la reproducción social en la clave intercultural.
La Silla Violeta también es un llamamiento a las autoridades responsables de las políticas, organizaciones, comunidad internacional, mundo académico y sociedad civil para garantizar la participación plena y efectiva de las indígenas en los debates sobre políticas y procesos de toma de decisiones que las afectan y a sus comunidades.
Pese a su contribución con la economía y el desarrollo social de sus comunidades, las indígenas tienen muy poca participación en los procesos de tomas de decisiones; además, en muchas ocasiones su trabajo es infravalorado y no recibe remuneración económica.
Además, sus derechos no siempre son reconocidos ni respetados, y su trabajo y necesidades no son considerados en las estadísticas… esa invisibilidad hace que los recursos y políticas públicas fallen en dar respuesta a sus necesidades.
“Los pueblos indígenas son los custodios de la biodiversidad del mundo. Son los defensores de las tierras y territorios que cuidan, para las generaciones futuras”, dijo el brasileño José Graziano da Silva, diretcor general de la FAO.
“Sin embargo –añadió el agrónomo de profesión–, con demasiada frecuencia los pueblos indígenas no han visto respetados los derechos colectivos sobre sus tierras, territorios y recursos ancestrales.”
Las indígenas crían ganado, cultivan, pescan y cazan para recolectar alimentos para sus comunidades, y también son consideradas custodios de semillas y plantas medicinales.
En enero de 2018, la FAO lanzó la campaña global para el empoderamiento de las indígenas para el hambre cero, y un punto destacado de la campaña ha sido la iniciativa Silla Violeta, y para hacerlas visibles se coloca una silla de ese color en cada reunión para resaltar que participa una indígena, o –con demasiada frecuencia– para denunciar su ausencia cuando está vacía.
El violeta se ha convertido en color simbólico para que la lucha de las mujeres sea “escuchada”: pueden utilizarse pinturas, tejidos o artesanías indígenas para crear una silla y apoyar la campaña.
Por Carlos Aguila Arreola / @aguila_carlin
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