Cuando nos llega “la inspiración” y nos sentimos poderosos para desarrollar nuevos proyectos, la sensación es maravillosa. Aún con los temores de iniciar una aventura, hablando de emprendimiento; siempre cabe el entusiasmo, la visión, determinación y por supuesto amor para lo que hagamos. Lo que nos mueve, lo que nos motiva, lo que nos hace accionar… es constante para adentrarnos y dar el paso hacía lo desconocido.
En un evento de networking virtual hace unos meses conocía a una mujer muy apasionada y con la firme convicción de lo que hace: su propuesta de negocio. Inma Gil, madre y empresaria desde 2010. Le encanta todo lo relacionado con la gestión y dirección de empresas. Inició su camino en el emprendimiento por una crisis dentro del sector en el que trabajaba, descubriendo y reafirmando sus habilidades se dio cuenta que podía “ayudar a otros al compartir su experiencia profesional” por lo que, se convirtió en mentora de emprendedoras y empresarias.
Una vez embarcados en el viaje del emprendimiento, nos podemos encontrar con que el proceso de cada uno es diferente y como la vida misma, no es lineal. En ocasiones la desilusión por el proyecto o negocio llega a temprano, en otras ocasiones con el pasar de los años. Factores como la inversión de tiempo, recursos económicos y de cualquier otro tipo, la falta de control, sentirnos solos en el camino, enfocar la vista en el avance o logros de los demás, por mencionar algunos… son constantes que nos desilusionan y hacen perder la brújula.
Sumado a lo anterior, no tener objetivos claros, sacrificar nuestro bienestar, no ver resultados positivos, sentir que el esfuerzo es mucho y que los fracasos son constantes, no tener establecida una metodología que nos permita planear y organizar las múltiples funciones que conlleva el ser emprendedor, también la constante incógnita de alcanzar el “éxito” (siendo este muy relativo y distinto para cada uno de nosotros), la falta de adaptación a los constantes cambios y claro llegar a un estado de agotamiento que no nos permite ponernos en pie ¿te a pasado? (a mí sí).
Por lo anterior, el enamorarnos de lo que hacemos día a día es fundamental ¿cómo? Estableciendo y generando estrategias que nos permitan evolucionar el proyecto, contando con un modelo de negocio bien definido – sabiendo que se puede y debe modificar al tiempo -, “haciendo” pues la prueba-error nos dará pautas, ser conscientes de la rentabilidad, aprender a delegar y teniendo la firme convicción de que lo que hacemos y ofrecemos a nuestros clientes: es lo que nos gusta y lo sabemos hacer.
Importante también es analizar y evaluar, revisar los números para que estemos convencidos de que es un negocio sostenible.
Si aprendemos a no idealizar, poner en la balanza y encontrar el equilibrio entre nuestro negocio y todos los demás aspectos de nuestra vida, aprendiendo a automatizar funciones, a darnos tiempos de descanso, manteniendo a la capacitación como constante para la evolución de este, nos permitirá comprender que todo es parte del desarrollo personal, generando e incrementando la confianza en nosotros, nuestras decisiones y capacidades; manteniéndonos así ¡enamorados!
Te dejo por aquí las preguntas que Inma Gil me hizo al final de la conversación sobre “cómo recuperar la ilusión en tu emprendimiento, cuando sólo tienes ganas de tirar la toalla”. Recuerda de vez en cuando:
1) ¿Para qué creaste lo que estás haciendo?
2) ¿Cómo reactivar o renovar tu propuesta de negocio?
3) ¿Qué te hace reconectar con tu propósito?
Espero que esta valiosa información te resuene tanto como a mí. Gracias por otra semana más compartida, querido lector.
Por: Marletza
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