Todo el trabajo, todo el proceso de reconstrucción de Rafael Nadal, se está haciendo palpable en esta recta final de la temporada, en la que el de Manacor está más cerca de lo que era, de lo que es, de lo que realmente quiere llegar a ser de nuevo. El español rubricó otra vez un partido muy completo, esta vez contra el escocés Andy Murray, al que descompuso progresivamente hasta desembocar en el definitivo 6-4 y 6-1 (en una hora y 31 minutos). Un marcador que, unido al que logró hace dos días, frente a Stanislas Wawrinka (6-3 y 6-2), y la derrota de David Ferrer contra el suizo (7-5 y 6-2), le conceden el billete para las semifinales. Lo obtiene, además, como pasajero preferente, líder del grupo Ilie Nastase.
Antes de que se celebrase el US Open, en septiembre, la bola de Nadal era inerme. Sin embargo, ahora vuelve a estar cargada de cicuta y vuela a muchísimas revoluciones. Poco parece importar que la superficie no sea su predilecta, la que mejor se amolde a su juego, porque se ha adaptado a las mil maravillas al tapete de Greenwich. Le ha tomado bien el pulso y se lo quiso dejar claro a Murray, que de la espesura pasó al descontrol y el ofuscamiento. El escocés, que tiene un hemisferio y medio de su cerebro en Gante, por la Copa Davis, compareció a mediodía como si se hubiera
Aún y todo resistió en los primeros compases, en la fase de tanteo, pero poco a poco comenzó a perder el temple. Nadal encontró muy bien los ángulos, tiró en largo y también supo adivinar los mejores momentos para jugarle en corto, con dejadas liftadas a las que el británico o no llegaba o lo hacía a duras penas. Murray, un atleta formidable, no dejó de corretear de un lado a otro durante todo el partido, como un péndulo, mecido por el revés y la derecha combada de Nadal.
Tal fue el castigo que le infligió el español que, cuando se supone que todavía quedaba un mundo por delante, después de apenas tres juegos, el escocés sacó una tijera y se llevó por delante un buen trozo de su flequillo. Y es que a Murray, en permanente discusión consigo mismo (Come on guy!), le molestaba todo; si no era el pelo, eran las tobilleras, mal ajustadas, o si no los cordones, o si no la luz azulada de los focos. Daba igual. No estaba cómodo Andy, de ninguna manera. Y menos cuando su rival dibujaba semejantes restos.
Antes de septiembre, la bola de Nadal era inerme; ahora vuelve a portar cicuta y revoluciones
Nadal, con el que ahora tiene un balance desfavorable de 16-6, le pasó por encima. En el primer parcial, que paradójicamente comenzó con un break del británico, salvó cuatro bolas de ruptura, pero después se derrumbó como un castillo de naipes. El español replicó con una ruptura y se afiló en el décimo juego para adjudicarse el set. Hasta aquí, Murray aún había presentado algo de batalla, pero el segundo parcial le retrata: cometió 16 errores y solo pudo retener con sus segundos servicios el 10% de los puntos, una cifra exigua.
Se trata de la sexta victoria del año de Nadal frente a un miembro deltop-10. El de Manacor, que lleva un par de meses dando señales muy positivas, agresivo, está en el camino de regreso, no cabe duda. Hace no mucho, el pasado mes de mayo, Murray le dio un rapapolvo sobre la arcilla de la Caja Mágica, pero este miércoles, Nadal le devolvió la tunda. “Ha sido un día muy importante para mí, con una de las victorias más importantes de año”, admitió tras el partido. Pese a que él desea seguir por la senda de la prudencia, la historia está cambiando. ¿Vuelve Nadal a sus orígenes?
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