Hace algunos años, cuando la revista Time Out llegó a México yo escribía ahí y cierto día nos hicieron una sesión fotográfica a los colaboradores en el Centro Histórico.
Éramos cinco personas y el único moreno era yo. El fotógrafo, que también era blanco, pensó que era buena idea que nos subiéramos a un bicitaxi para que nos tomara una foto.
Se volteó hacia mí y me dijo “¿puedes ser tú el que maneje el bicitaxi…?” A lo que inmediatamente respondí CLARO QUE NO. Y es que, probablemente, su intención no era mala, pero yo me pregunto, ¿por qué y hasta cuándo nos tenemos que hacer responsables los demás de las imprudencias de otros?
Ayer preguntaba en Twitter, ¿era necesario que Karen Vega, modelo oaxaqueña, posara para la revista Vogue México sosteniendo un gallo en medio de un ejido? Según yo no, no era necesario, así como tampoco era necesario que yo -el único moreno de Time Out- impersonara al conductor de un bicitaxi.
Pero aparentemente nadie se da cuenta de estas sutilezas. Sutilezas que también son violencia, ¿y no se supone que eso ya lo habíamos entendido todos? Pues no, tal parece que para los activistas y para quienes creen representar a las minorías es suficiente con que les avienten un hueso que roer.
Para mí es claro que abrir un espacio de visibilidad como lo es una revista de fuerte circulación, cualquiera que esta sea, no sólo porque es Vogue (la edición mexicana es una de las menos trascendentes del mundo), ya es un tema que importa. Pero no se trata nada más de abrir espacios porque sí, también es necesario cuidar que las cosas se hagan bien.
Al poner a una mujer oaxaqueña en una situación como la de esta fotografía, estaríamos dando por hecho demasiadas cosas. Se nos hace “normal” que esta mujer de ascendencia indígena esté en medio de un ejido con un gallo… ¿No les parece que eso es suficientemente insultante? ¿Por qué no puede estar caminando por una ciudad o viendo arte en un museo?
Ya se ha desatado esta discusión demasiadas veces sobre la mala representación, y de pronto llega un medio como Vogue y lo vuelve a hacer, pero como es “Vogue” ¿está bien? ¿Ya nos cansamos de hacerle notar a los que tienen el poder de decisión que sus propuestas están mal aterrizadas? ¿Ya están hartos todos tan rápido?
En este particular caso sí conozco al fotógrafo, también un hombre blanco, y por lo mismo puedo decir que me consta que su ojo ha fetichizado a sus sujetos desde siempre. Es también el responsable de incontables casos mediáticos de “vamos a darle chance” a “la otra belleza”. Es responsable, por ejemplo, de la campaña de H&M del Centro Histórico.
Menos conocido dentro de su trabajo está la serie de desnudos femeninos donde retrató ingles/vaginas con diferentes “peinados”, no que ésta tuviera la intención de sexualizar a la mujer (hasta donde yo sé él es gay), pero sí me queda clarísimo a través de su trabajo que su ojo fetichiza todo lo que ve. Entonces, ¿por qué sería diferente con esta mujer oaxaqueña sosteniendo a un gallo en medio de un ejido?
Años antes de su serie de desnudos femeninos, otro fotógrafo hizo una serie muy parecida pero con penes. La principal diferencia, además de lo evidente, era que aquel fotógrafo sí abrazaba abiertamente su fetiche. En cambio, la serie de desnudos femeninos también era “feminista”, hecha en colaboración con una mujer para llevar otro tipo de “mensaje”.
Lo que yo veo aquí es falta de honestidad. ¡Acepten sus fetiches! Esta es una manera horrible de decirle a la gente de las minorías “tendrás tu espacio mientras te ajustes a la visión que nosotros tenemos de tí, mientras juegues el único papel en el que nosotros te podemos ver”. Y no me malinterpreten, no tengo nada en contra del fotógrafo. Un creativo puede presentar su visión de la manera que le nazca, pero nosotros no tenemos por qué aceptarla.
Más aún, el fotógrafo no es el responsable de esta publicación. Se supone que hay editores que aprueban estos materiales, en este caso una mujer (blanca) llamada Karla Martínez de Salas, a quien aparentemente, después de poner a Yalitza en la portada de Vogue, no se le ha ocurrido que en México hay otras etnias más allá de las existentes en Oaxaca. Alrededor de 68 grupos indígenas, más o menos.
Por Carlos Celis (Dinero Rosa Records) Twitter: @elunicoriginal
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