Yucatán, reconocido como Capital Iberoamericana de la Gastronomía 2025, invita al mundo a redescubrir tres de sus platillos más emblemáticos: el panucho, los papadzules y el venado. Estos antojitos no solo representan un deleite para el paladar, sino que son un reflejo de la riqueza cultural y la historia viva de la región.
El panucho, un clásico de la gastronomía yucateca, tiene su origen en una curiosa anécdota del siglo XIX. Se cuenta que un hombre conocido como Don Ucho improvisó una cena para los viajeros nocturnos en el barrio de La Ermita, Mérida. Al rellenar tortillas con frijoles y acompañarlas con huevo cocido y cebolla encurtida, creó un platillo que rápidamente ganó popularidad y fue apodado “pan de Ucho”, evolución que eventualmente lo llevó a ser conocido simplemente como panucho. Hoy, este antojito se ha convertido en un símbolo de la identidad yucateca, presente en hogares, fondas y mercados a lo largo del estado.
Por otro lado, los papadzules destacan como una verdadera joya de la herencia maya. Su nombre, derivado de las palabras “papak” (untar) y “zul” (remojar), describe el proceso esencial de sumergir tortillas en una crema hecha de pepitas de calabaza. Rellenos de huevo cocido y complementados con salsa de tomate, el plato es tanto simple como sofisticado, a menudo considerado uno de los más elegantes de la cocina local. Cada familia tiene su receta secreta, lo que añade un matiz especial a este platillo tradicional.
Finalmente, el Tzic de venado resalta la conexión entre la gastronomía y el respeto por el medio ambiente. Esta preparación, que incluye carne deshebrada sazonada con naranja agria, cilantro y cebolla morada, refleja la sabiduría ancestral de las comunidades que habitan el monte. Gracias a las Unidades de Manejo Ambiental (UMAs), el consumo de venado se gestiona de manera sostenible, permitiendo el equilibrio entre la conservación del ecosistema y el sustento económico de las poblaciones locales.
El reconocimiento de Yucatán como Capital Iberoamericana de la Gastronomía no solo celebra la calidad de su cocina, sino también su capacidad para narrar historias y preservar tradiciones. Desde la Dirección de Cultura Gastronómica del estado afirman que cada bocado es un testimonio de la identidad maya y un vínculo profundo con la tierra. Así, este título representa un compromiso a seguir compartiendo la singularidad de la cocina yucateca con el mundo.
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