La idea de comer insectos no es nueva, pues han sido incluidos en las dietas tradicionales de muchas culturas alrededor del mundo, y el reporte de 2013 de la Organización de Alimentos y Agricultura de la ONU asegura que mil 900 especies de insectos han sido documentadas como fuente de alimentos alrededor del mundo.
De hecho, los insectos han encontrado su camino en varios platillos occidentales últimamente. La harina de grillos, por ejemplo, se ha convertido en un ingrediente popular alto en proteínas y bajo en carbohidratos de la dieta paleolítica.
Los insectos incluso han sido considerados como una alternativa sustentable al consumo de carne y pescados, especialmente frente al crecimiento de la población mundial. El proceso de criar y transportar animales como fuente de alimento – puerco, pollo, pescado, res – produce gases de efecto invernadero, se aprovecha del uso de agua y otras fuentes, así como genera contaminación.
Seguro hay más insectos en la tierra que peces en el mar o en criaderos. Y es bien sabido que los insectos son altos en proteínas, pero hasta ahora, su aprovechamiento en otros nutrientes es desconocido.
Así que investigadores del Kings College London y Ningbo University en China se reunieron para medir el nivel de nutrientes contenidos en varios insectos, para ver si en verdad podían contribuir a una buena alimentación, y medirlos con carne de res, por ejemplo. Los resultados fueron publicados en el Journal of Agriculture and Food Chemistry.
Los investigadores estaban particularmente preocupados por la concentración de hierro en los insectos, debido a que éste es un nutriente muy importante y, muchas veces, ausente en una dieta vegetariana. No absorber suficiente hierro de alimentos o suplementos puede llevar a la anemia, problemas cognitivos, sistema inmune débil, complicaciones en el embarazo y otros problemas de salud.
Usando un modelo de laboratorio que imita al sistema digestivo humano, los investigadores analizaron el contenido mineral en chapulines, grillos, gusanos de harina y gusanos búfalo, junto a muestras de sirloin, y observaron cuantos nutrientes serían absorbidos al ser comidos.
Los insectos presentaron diferentes niveles de nutrientes. Los grillos, por ejemplo, tuvieron los niveles más altos de hierro, calcio y magnesio. Y, de hecho, la solubilidad del hierro (la característica de un nutriente para ser aprovechado por el cuerpo) fue significativamente más alta en los insectos que en la carne.
Chapulines, grillos y gusanos de harina también presentaron más niveles de concentración de calcio, cobre, zinc y magnesio, comparados con el sirloin.
Los resultados avalan la idea de que comer insectos podría, potencialmente, ayudar a las necesidades nutrimentales de la población mundial. “Las especies de insectos comúnmente consumidas podrían ser una fuente excelente de hierro”, escribieron, “y podrían proveer una plataforma para una estrategia alternativa que incremente el consumo de minerales en los humanos”.
Aún no estamos convencidos al 100%, pero aún tenemos tiempo para asimilar la idea de hamburguesas de insecto. Aunque es más asqueroso comer un hot dog que un insecto.
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