Capilla abierta de Oxtankah: vestigio de arquitectónico del inicio de la evagelización maya

A sólo 15 minutos de la ciudad de Chetumal, en la Zona Arqueológica de Oxtankah, se encuentra una de las tres capillas abiertas coloniales que aún se conservan en la península de Yucatán y que por su cercanía con la capital del estado y al balneario de Calderitas, Oxtankah será uno de los sitios más atractivos de la ruta del Tren Maya en Quintana Roo.

Construidas dentro de lo que fueron asentamientos prehispánicos mayas, las capillas con arco español, tienen un valor histórico singular ya que fueron una solución arquitectónica desarrollada en México por los frailes para atender a la gran cantidad de indígenas que tenían que evangelizar pánicos,

El responsable de la Sección de Monumentos Históricos del Centro INAH en la entidad, Luis Ojeda Godo, explicó que este tipo de edificios tenían la función de ofrecer los servicios religiosos en un espacio al aire libre donde concentraban a las personas.

En una primera fase, en la península de Yucatán muchas de las parroquias tomaron forma a partir del proceso evolutivo de capillas abiertas, a las cuales se fueron incorporando muros para dar forma a las naves cubiertas con techumbre de palma o guano, la cual posteriormente era sustituida por una bóveda de cañón corrido.

En este sentido, la capilla abierta de Oxtankah representa uno de los monumentos históricos más antiguos e importantes de Quintana Roo; su origen remite al siglo dieciseis, y se conforma por el presbiterio y dos habitaciones adjuntas, espacios que conservan evidencia de acabados que recubrieron parte de los muros, explica Ojeda Godoy.

Para su edificación se siguió la misma estrategia de dominio de construir una iglesia católica encima de los escombros prehispánicos; para ello, utilizaron piedras de las mismas construcciones mayas del sitio, como parte de un primer intento de los españoles por ocupar la región, acción que no fructificó en esta inhóspita región.

La edificación permaneció abandonada entre la selva, y una primera referencia al conjunto la hizo el arqueólogo estadounidense Raymond Merwin, en 1912.

En algún momento, el inmueble y su atrio fueron habilitados como espacio de apoyo a actividades ganaderas, en el proceso de poblamiento del sur de Quintana Roo, en el siglo veinte.