Yo creo que he tenido, tuve y tendré una amplia familia: una muy cercana de la cual abundaré porque ha sido parte de la historia y del desarrollo de Quintana Roo, pero también tengo otra que algunos de sus integrantes también han participado en la historia de este Estado y la mayoría dispersa, por Yucatán principalmente, con la cual, salvo algunas excepciones, he tenido un nulo contacto.
No obstante, por las nuevas herramientas que nos regalan el internet y la modernidad, he sabido cosas de la vida de algunos de ellos.
Empezaré con mi familia más cercana, en la cual, por supuesto , destacó a mi esposa Carmita, a mis hijos Jorge y Alex, y también a mis hermanas.
Creo que ya platiqué que tengo cuatro hermanas: Bertha, Irma, Silvia y Sheila, relacionadas de mayor a menor.
Las tres últimas han vivido y trabajado por más de tres décadas en Cancún y, como relate en capítulos anteriores, también hicieron breve historia en aquel Chetumal de la entonces exitosa zona libre, en los tiempos de la llamada “fayuca”.
En Cancún, Sheila, como yo, llegó a finales de la década de los 70 y se dedicó a trabajar. Se casó muy joven y para sostenerse atendió primero una de las primeras lavanderías automáticas de la ciudad, ubicada en la avenida Yaxchilan y posteriormente a la distribución de una franquicia que vendía fragancias y artículos para el hogar a precios accesibles y para lo cual contaba con un grupo extenso de vendedoras.
Por algunos años, también laboró en el sector público, como pionera del primer hospital general de Cancún.
Irma y Silvia, en contraste, has construido su vida laboral casi siempre en el el sector público, básicamente en el Ayuntamiento de Benito Juárez.
Ambas llevan en ese lugar casi o más de dos décadas y creo que estarían cerca de jubilarse.
Silvia ha pasado, entre otras dependencias, por la Oficialía Mayor, la Dirección de Planeación, la Dirección de Gobierno y, hasta hoy, en el Registro Civil.
Irma también pasó por la Oficialía Mayor, lo hizo en la oficina de la Presidencia y actualmente trabaja para la dependencia que se encarga del manejo de la Transparencia a nivel municipal.
Ambas son muy cumplidas y eficientes y siempre, sobre todo cuando hay cambios en las administraciones, son solicitadas por los nuevos funcionarios por su capacidad, institucionalidad y disposición de trabajo.
Con eso han contribuido al desarrollo de la ciudad y han visto su crecimiento desde posiciones especiales.
Carmita, mi esposa, también tiene historia dentro del sector público local. Antes de casarnos, le tocó la apertura de la clínica del ISSSTE de Cancún y fue contratada como la primera dentista de ese nosocomio. Años después colaboró también en el DIF en la coordinación de todos sus programas en la zona norte de Quintana Roo.
Tengo otros familiares que también han contribuido al crecimiento del Estado y que llegaron hace muchos años a forjarse un futuro.
Dos casos tengo muy presentes, uno más cercano que el otro aunque el afecto es el mismo como también lo es la nostalgia y los buenos recuerdos del pasado y la niñez.
El más cercano es el de Miguel Ríos Acevedo. Por una cuestión generacional siempre lo tratamos como un primo, pero en realidad es nuestro tío porque es primo hermano de mi padre.
Miguel vino a Cancún con un negocio pequeño pero novedoso: fue pionero de la distribución de una marca conocida, pero a domicilio, casa por casa, aunque también distribuye hasta hoy para pequeñas tiendas y restaurantes.
Miguel llegó con su esposa Reina y sus tres hijos entonces muy jóvenes: Miguel Jr., Ileana y Sheila. Todos ellos son hoy día gente productiva y con mucho arraigo en Cancún.
Caso especial es el de mi prima Nerza del Socorro Santana Bragado, hija de una de mis tías favoritas de la infancia, Rita, quien afortunadamente aún vive con su hija.
Nerza se casó joven también y a principios de los 80 decidió correr una aventura con su familia en la isla de Cozumel donde hasta hoy radica.
Su esposo Denis (en Cozumel lo conocen como “Zorrillo”) es un taxista exitoso y muy respetado por su gremio y por la comunidad con la que convive.
Tengo presente una anécdota de 1987, cuando Carmita y yo siendo novios nos fuimos de paseo a Cozumel.
Caminábamos por la carretera después de disfrutar de la playa de San Francisco cuando escuchamos unos gritos y el claxon de un vehículo: eran Nerza y Denis que nos reconocieron y con mucho afecto nos llevaron a su casa, nos invitaron a comer y pasamos una tarde inolvidable que quisiéramos repetir algún día.
Esta es parte de mi familia que algo ha aportado para el crecimiento de Quintana Roo. Esta anécdota pretende ser un homenaje a ellos y a muchos que como ellos decidieron aventurarse a participar en su desarrollo y construyeron aquí una vida con arraigo.
Por: Jorge Acevedo Marín
Este artículo fue publicado originalmente en www.quintanaroovivo.com y se reproduce con permiso expreso de su autor. Para ver la publicación original visite: https://www.quintanaroovivo.com/post/mi-familia-y-el-desarrollo
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