MÁS ALLÁ DEL SARGAZO

Carlos Águila Arreola

Cancún.- Más allá de los pronósticos de la Universidad de Florida sobre la llegada masiva de sargazo a las costas del Caribe mexicano para este año, el combate a la macroalga seguirá ocasionando severos daños al ecosistema y a la industria turística, sobre todo matando los pastos marinos, que previenen la erosión costera y protege la comunidad arrecifal coralina.

La investigadora Brigitta Ine van Tussenbroek Ribbink, quien dio la voz de alerta sobre otro masivo recale de talofita, reconoció las buenas intenciones de la Comisión Interinstitucional que instaló la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat), que la semana pasada reconoció que se trata de una situación de emergencia que debe atenderse con la participación de gobiernos, la academia, la ciencia y todos los sectores involucrados.

Según la científica de la Unidad Académica de Sistemas Arrecifales Puerto Morelos, del Instituto de Ciencias del Mar y Limnología de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), la solución para mitigar el fenómeno del sargazo no es sencilla: se necesitan mayores recursos y esfuerzos, así como una iniciativa integral.

“Se debe considerar el conocimiento científico, el marco jurídico y una vinculación operativa con los diferentes niveles de gobierno para establecer las formas más eficientes de colectar el sargazo sin dañar el ecosistema porque la plaga aún es subestimada por quienes negocian el financiamiento para estudiar el impacto y las formas de controlarla y aprovecharla.”

En ese sentido, la investigadora de la UNAM sostuvo que “hasta ahora las medidas para su control son una especia de curita y no un remedio, por lo que es válido que el sector turístico está sumamente preocupado pero no es suficiente con que cada hotelero y municipio limpie su playa; el sargazo seguirá llegando y afectando al ecosistema”.

Los pronósticos para 2019 prevén el arribo de cantidades incuantificables al Caribe mexicano, y recordó que el sargazo es un tipo de macroalga marina parda o café que flota y crece en el océano; se acumula en las playas afectando al ecosistema marino y sus especies, además de provocar mal olor y estragos al paisaje, por lo que el panorama no es alentador.

Muertes

Tussenbroek Ribbink sostuvo que en los últimos tres años el retiro de talofita ha provocado la muerte de pastos marinos en una franja de hasta 100 metros, praderas donde se reproducen y crían peces arrecifales y pelágicos, moluscos y langostas, y responsables de la transparencia del agua y retención de arena.

“En todas las zonas costeras donde se ha acumulado el sargazo, todos los lixiviados que sueltan durante su descomposición ha venido matando desde 2015 los pastos marinos en una franja que puede ser de 10 a 100 metros, y el evento se prolongó durante 2018 debido al excesivo arribo de la macroalga.

“Toda la flora y fauna en esas zonas, lo más seguro es que ya murió, a lo largo de toda la costa de Quintana Roo (900 kilómetros de litoral), aunque hubo lo que llamamos hipoxia –deficiencia de oxígeno en sangre, células y tejidos de organismos– y no anoxia –falta o disminución–“; generalmente, la anoxia es resultado de la hipoxia.

Brigitta indicó que “como 20 por ciento sobrevivió y se reconolizó en Puerto Morelos (30 metros), porque fue atendido rápido por la cercanía del instituo; el problema es que cuando (la ova) dura más en la playa, como en 2015 en la zona de Nizuc, (laguna) Chacmuchuc y Xcalak (fuero afectados 50 metros en cada sitio), se murió absolutamente todo”.

La doctora de origen holandés  explicó los pastos marinos, que son los que están más cerca de la costa, “tienen una función muy importante; mantener el agua clara… si se fijan, desde que empezó a llegar masivamente el sargazo la orilla de las playas se ven de color café, porque ya no están los pastos, que entre otras cosas, detienen el oleaje”.

Además, “fijan la arena ayudando a prevenir la erosión costera durante tormentas y huracanes, funcionando como un reservorio para las playas y protector de la comunidad arrecifal coralina… pero como ahorita ya no están los pastos, si llega una tormenta o pega un huracán, la erosión va a ser brutal, se volverían a perder los arenales”.

La franja

Tussenbroek Ribbink refirió que afortunadamente los pastos marinos se mantienen intocables fuera de las zonas donde se acumula sargazo. No se trata de una pérdida catastrófica, pero los pastos marinos están sufriendo cambios debido a los nutrientes y el material orgánico que transporta durante su recorrido la talofita.

La científica dijo que la franja de la playa hasta 100 metros mar adentro, la más importante para la conservación de arena, es al mismo tiempo el principal activo que ofrece Quintana Roo: el fenómeno atípico está a 500 metros promedio del Sistema Arrecifal Mesoamericano (SAM), el segundo más grande del mundo, después de la Gran Barrera Australiana.

La investigadora ya advirtió hace tiempo que la plaga podría convertirse en un desastre ecológico y económico, debido a que las miles de toneladas que se extienden a lo largo de la costa tiñen de ocre la orilla de mar, contrastando con el azul turquesa que caracteriza a las aguas del Caribe.

La comunidad de pastos es similar a la estructura de las praderas terrestres por tener hojas, raíces y rizomas (ramas horizontales que crecen debajo de la arena). El Caribe tiene ocho especies, siendo las más comunes (en orden de importancia) la hierba tortuga, Thalassia testudinum; la hierba manatí, Syringodium filiforme, y Haludole wrightii o banco de hierba.

De acuerdo con la asociación internacional Seagrass Recovery (Recuperación de pastos marinos), se estima que 70 por ciento de toda la vida marina en el océano depende directamente de los pastos marinos.

Un acre (0.4 hectáreas o cuatro mil metros cuadrados) de esas plantas –las únicas que pueden vivir enteramente en el agua– puede almacenar alrededor de ocho toneladas métricas de carbón por año, lo que equivale a la cantidad emitida por un automóvil que se desplaza más de cinco mil kilómetros.