En Brasil es detenido Eduardo Cunha, el ‘verdugo’ de Dilma Rousseff

Eduardo Cunha, ex presidente de la Cámara de los Diputados de Brasil, ha sido detenido este miércoles por su presunta implicación en escándalos de corrupción. Comparado frecuentemente con Frank Underwood, el maquiavélico protagonista de la serie House of Cards, este ex parlamentario llegó a convertirse en una de las figuras más influyentes de la política nacional al impulsar el proceso de destitución contra Dilma Rousseff.

Cunha ha sido arrestado en Brasilia por orden de Sérgio Moro, el juez encargado de la Operación Lava Jato, que investiga el gigantesco esquema de sobornos y desvíos en la empresa semiestatal Petrobras. La acción contra él tiene relación con sus cuentas millonarias y secretas en Suiza.

La prisión preventiva -por tiempo indeterminado- se justifica porque “la libertad del ex parlamentario representaba un riesgo para la instrucción del proceso y el orden público”, según un comunicado del Ministerio Público Federal (MPF). Los procuradores señalan que también existía “la posibilidad concreta de fuga debido a la disponibilidad de recursos ocultos en el extranjero, además de su doble nacionalidad italiana y brasileña”.

Esas mismas cuentas en Suiza le valieron el pasado septiembre la anulación de su mandato como diputado, tras haber negado su existencia ante una comisión parlamentaria. Aunque ya no ocupa cargos públicos, Cunha sigue perteneciendo por ahora al Partido del Movimiento Democrático Brasileño (PMDB), el mismo del presidente de la República, Michel Temer.

A sus 58 años, el ex diputado responde por corrupción pasiva, lavado de dinero y evasión de divisas en esta acción penal que tiene ramificaciones hasta África. En concreto, las sospechas tienen relación con la compra de un campo de petróleo en Benin en 2011, por parte de Petrobras, en la que Cunha supuestamente recibió un soborno de 1,5 millones de dólares. Su mujer, la periodista Cláudia Cruz, también está siendo acusada por “utilizar una cuenta a su nombre para ocultar la existencia de esos valores”.

Caídas en paralelo

Pese a que la historia brasileña está llena de políticos que resurgen de las cenizastras ser derribados por escándalos, el arresto de Cunha parece marcar el final de su carrera o al menos su alejamiento por una larga temporada. Una caída casi simultánea, aunque muy distinta, a la de su gran adversaria: Dilma Rousseff.

Cunha y Rousseff -o Dilma, como la conocen sus compatriotas- llegaron a ser aliados y compañeros de coalición hace unos años, cuando ella ejercía su primer mandato como presidenta y él todavía era diputado por Río de Janeiro y portavoz del PMDB.

Sin embargo, su elección como presidente de la Cámara Baja a comienzos de 2015 multiplicó su influencia sobre un grupo de parlamentarios rebeldes -una especie de Tea Party en versión brasileña- y lo convirtió en líder informal de la oposición. Desde ese nuevo papel impulsó una agenda legislativa ultraconservadora y una serie de proyectos “bomba” para descuadrar los presupuestos y perjudicar así al Gobierno encabezado por el Partido de los Trabajadores (PT).

A finales de 2015, cuando ya estaba siendo investigado por mentir a sus colegas diputados sobre las cuentas secretas en Suiza, el rival de Dilma se lanzó a la embestida definitiva. El 2 de diciembre, apenas unas horas después de que los representantes del PT en el Consejo de Ética de la Cámara adelantaran que votarían contra él, Cunha anunció a todo el país que acababa de autorizar el proceso de “impeachment” (o impugnación) contra la presidenta.

El desenlace de dicho juicio político es conocido, y ahora ni ella ni él ocupan los cargos que desempeñaban hace un año. Pero a diferencia del diputado ahora preso, la ex mandataria todavía no ha sido acusada formalmente por ningún caso de corrupción, sino que el Congreso la destituyó por un “crimen de responsabilidad” relacionado con el maquillaje de las cuentas públicas.